miércoles, 11 de abril de 2012

¿ Cómo abristeis vosotros la puerta ?

   El verano pasado, estando de vacaciones en Galicia, quedamos  con nuestros amigos Rosa y Pepe para cenar. Durante la velada, como nos vemos de año en año (mucho menos de lo que nos gustaría), nos pusimos al día sobre todas esas cosas que no tuvimos ocasión de contarnos. Mientras tomábamos el café, (Rosa y yo que tenemos la misma afición por la lectura) comentamos los libros que habíamos leído, y ella me recomendó dos obras del escritor norteamericano John Verdon; "Se lo que estas pensando" y "No abras los ojos".

   Actualmente estoy leyendo el primero de ellos. En medio de la trama que se desarrolla en el libro, hay un relato que cuenta uno de sus personajes que me llamó mucho la atención, y por eso lo quiero compartir con vosotros.

— Un día, cuando me iba a la escuela, mi madre me dio un billete de veinte dólares para que hiciera unas compras al volver a casa por la tarde: una botella de leche y una barra de pan. Cuando salí de la escuela a las tres, me detuve en un pequeño puesto que había junto al patio de la escuela y me compré una CocaCola antes de ir al colmado. Era un lugar al que iban algunos de los chicos después de clase. Puse el billete de veinte dólares sobre el mostrador para pagar la CocaCola, pero antes de que el hombre del mostrador lo cogiera para darme el cambio, uno de los otros chicos se acercó y lo vio: «Eh, Mellery, ¿de dónde has sacado los veinte pavos?», dijo. Bueno, resulta que el chico era el más fuerte de cuarto, que era el curso en el que estaba. Yo tenía nueve años, y él, once. Había repetido dos veces y daba miedo, no era alguien con el que debería salir o hablar siquiera. Se metía en un montón de peleas, y contaban que se colaba en casas ajenas para robar. Cuando me preguntó de dónde había sacado el dinero, iba a decirle que me lo había dado mi madre para comprar leche y pan, pero temía que se burlara de mí, que me llamara niño de mamá, y quise decir algo que lo impresionara, así que dije que lo había robado... (...) ...Pero al cabo de una semana, se me acercó en el patio y me dijo: «Eh, Mellery, ¿has robado más dinero a tu madre?». Le dije que no. Y él me contestó: «¿Por qué no le robas otros veinte pavos?». Yo no sabía qué decir, me limité a mirarlo. Entonces él puso una sonrisa que daba miedo y me soltó: «Róbale veinte dólares y dámelos, o le contaré a tu madre que le robaste veinte dólares la semana pasada». Sentí que se me helaba la sangre.

Sentí pánico. Imaginaba que acudía a mi madre y le contaba que le había robado veinte dólares. Lo absurdo de aquello (lo improbable que era que ese pequeño gánster se acercara a mi madre) nunca se me ocurrió. Mi mente estaba demasiado sobrecargada de miedo, miedo a que se lo contara y miedo a que mi madre lo creyera. No tenía ninguna confianza en la verdad. Así pues, en este estado de pánico irreflexivo, tomé la peor decisión posible. Robé veinte dólares del bolso de mi madre esa noche y se los di a él al día siguiente. Por supuesto, la semana siguiente me volvió a pedir lo mismo. Y también la siguiente. Y así sucesivamente durante seis semanas, hasta que por fin mi padre me pilló in fraganti mientras cerraba el cajón de arriba de la cómoda de mi madre con un billete de veinte dólares en la mano. Confesé. Les conté a mis padres toda la historia horrible y vergonzosa. Pero la cosa empeoró...
(...)

! Cuando me acordaba de ese lío, mi siguiente idea era siempre: «¡Qué capullo!». Era todo lo que podía pensar.

— Eso es exactamente lo que era —coincidió Mellery, aumentando la intensidad—, exactamente lo que era. Pero yo nunca pasé de lo que él era para preguntarme qué era yo. Era tan obvio lo que era él que nunca me pregunté lo que era yo. ¿Quién diantre era aquel niño de nueve años y por qué hizo lo que hizo? No basta con decir que estaba asustado. ¿Asustado de qué, exactamente? ¿Y quién se creía que era?

— Cuando pensaba en ese chico (en mí a la edad de nueve años), pensaba en él como una víctima, una víctima de chantaje, una víctima de su propio deseo inocente de amor, admiración, aceptación. Lo único que quería era caerle bien al chico grande. Era una víctima de un mundo cruel. Pobre niño, pobre ovejita en las fauces de un tigre.

— Pero ese niño era también algo más. Era un mentiroso y un ladrón.

— Mintió cuando le preguntaron de dónde había sacado los veinte dólares. Aseguró que era un ladrón para impresionar a alguien al que suponía un ladrón. Luego, enfrentado a la amenaza de que lo acusaran de ladrón ante su madre, se convirtió en un ladrón real antes de que ella pensara que lo era. Lo que más le preocupaba era controlar lo que la gente pensaba de él...
  (...)
Mellery se quedó unos segundos en silencio para dejar que sus comentarios calaran y luego continuó.
— Esto es lo que quiero que hagáis. Elaborad una lista de gente a la que no soportáis, de gente con la que estáis enfadados, de gente que os ha hecho daño, y preguntaos: «¿Cómo me metí en esa situación? ¿Cómo me metí en esa relación? ¿Cuáles eran mis motivos? ¿Qué le habrían parecido mis acciones en la situación a un observador imparcial?». No os concentréis, repito, no os concentréis en las cosas terribles que hizo la otra persona. No estamos buscando a alguien a quien culpar. Eso lo hemos hecho toda la vida y no nos ha llevado a ninguna parte. Lo único que logramos fue una lista larga e inútil de gente a la que culpar por todo lo que nos fue mal. La verdadera pregunta, la única pregunta que importa es: «¿Dónde estaba yo en todo esto? ¿Cómo abrí la puerta que daba a la habitación?». Cuando tenía nueve años abrí la puerta a mentir para ganar admiración. ¿Cómo abristeis vosotros la puerta?

   Y esta es mi pregunta y reflexión que, desde que leí este relato, no dejo de hacerme todos los días...

¿ Dónde estaba y Cómo abrí esa puerta?

   Muchas gracias, Rosa, por abrirme las puertas de este libro. Besiños desde Tenerife.

6 comentarios:

  1. Muy bueno espero que hagas la lista y reflexiones sobre lo que dice, y borrar a los que no valen la pena, me ha encantado, un besito. Tu hermana

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    1. Me alegro mucho que te haya gustado.....espero que te sirva a ti también. gracias por leer mi blog. besiños.

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  2. Hola preciosaaaaaa!!!!
    Pero que bien escribe!!!!, y sobre el corazón que tienes creo que todos los que te conocemos lo sabemos, me ha encantado leerte, y mas que te acordarás de mi y de Pepe, pero me ha emocionado mucho tu primera entrada sobre tu abuela, aynsssss que me has hecho llorarrr, bueno y como no me quiero poner melancólica y tontiña, decirte que ahora mismo me hago seguidora tuya y espero leerte muchoooooooooo

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  3. Por cierto no me tiens que dar las gracias, es un placer hablar contigo de todo y sobre todo de librossss!!! besiños y hasta PRONTOOOOOOOOO

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    1. Hola Rosa...perdona por no haberte contestado antes,pero todo esto es nuevo para mi.y sigo dándote las gracias, por querer ser seguidora de mi blog...Besiños.

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  4. Genail a idea que has tenido, espero que te ayude mucho

    Bsos

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